María Eugenia Alvarez contó que las últimas palabra de Evita se las dijo a su mucama Hilda Cabrera de Ferrari: “Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar”. Después, entró en coma.
Con sólo 23 años, María Eugenia Álvarez estuvo al cuidado de Evita viéndola trabajar hasta último momento, supervisando las obras de la Fundación que estaban en marcha y proyectando aquellas por venir. Escuchó sus últimas palabras y recogió en un pañuelo las lágrimas que apagaron el fuego de su mirada.
Formó parte de las comitivas de viajes de ayuda social al exterior en cuatro oportunidades: Perú, Colombia, Venezuela y Panamá, viajes en los que la Fundación Eva Perón asistió a los países hermanos con el envío de profesionales de la salud, medicamentos, ropa, alimentos, entre otros elementos de primera necesidad.
“Fue un momento muy fuerte, pero muy fuerte… para mí muy fuerte… Quedó como angelada… bella… en paz. No tuvo estertor como lo tienen otros enfermos, fue como si se hubiera dormido, hasta que no hubo más pulso, ni más respiración. Se fue tranquila, en una paz absoluta”, contó.
“El maestro Finochietto le tomó el pulso para tener la seguridad absoluta, y en ese momento vi que los ojitos de Evita lagrimearon y pensé ‘serán sus últimas lágrimas, ¿hacia dónde irán?’ Recordé que debajo de la almohada estaba su pañuelo. Lo saqué y sequé sus lágrimas, pero no opté por ponerlo otra vez debajo de la almohada sino que lo guardé en mi bolsillo. Hoy he decidido dejarlo donde debe estar, en el Museo Evita”, dijo visiblemente emocionada la última enfermera de Evita.
Alvarez relató que “en su mesita de luz estaba la banderita de brillantes que le había obsequiado la CGT y una fotografía suya como protagonista de la película La Pródiga. Adoraba ese film y por eso tenía la fotografía en su mesa de luz. En el momento de su muerte vi la foto y la metí en el bolsillo de mi delantal. Me dije: ‘Yo me robo la foto’, así lo pensé y así lo hice. En ese momento pensé en tomar la banderita y dársela al General, pero finalmente no lo hice, quizás así se hubiera salvado del saqueo. Después de guardar sus lágrimas en un pañuelo y su foto, vi que el General lloraba como un niño y llegó a decirme: ‘Qué solo me quedo, María Eugenia’. ¡Qué razón tenía ese hombre! A partir de ese momento su más fiel compañera ya no iba a estar más, la mujer que más lo amaba y respetaba en el mundo ya no estaba. Y este hombre lloraba, es tremendo ver llorar a un hombre, nunca había visto llorar a alguien así. Ese hombre de la República ¡cómo lloraba sentado en la silla de su dormitorio!”.
“Evita era una mujer fuerte, eran tan flaquita que no se de donde sacaba la fuerza, era muy fuerte. Y tenía un buen carácter, tenía autoridad. Era una mujer educada, jamás la escuché decir una mala palabra como lo vi en algunas películas que hicieron sobre su vida”, reveló.
María Eugenia destacó el “amor” que había entre “el General (Juan Domingo Perón) y Evita”. “Nunca me voy a olvidar el amor que había entre ellos dos, ella le decía Juancito y él Negrita, él estaba muy enamorado, cada vez que ella le pedía algo, él le decía sí mi Negrita”, evocó.
La parte más emotiva de su relato fue cuando contó que escuchó sus últimas palabras y recogió en un pañuelo las lágrimas que apagaron el fuego de su mirada. “Sus ojitos lagrimearon, cuando murió su figura quedó como angelada”.
La historia de la señora Álvarez es singular. Fue la enfermera personal de Eva Perón en los momentos más críticos de su corta pero intensa vida y, por pedido de ella fue la Regente de la Escuela de Enfermera “7 de mayo” de la Fundación Eva Perón, entre 1951 y 1955, siendo la responsable de la formación de las más de 900 auxiliares de la salud.
Con sus 87 años y una experiencia de vida inigualable, María Eugenia trasmitió la emoción que sintió desde el primer día que la conoció. “Puedo afirmar que si había alguien enamorado, ese fue Perón de Eva, y ella de él”, contó la enfermera.
Al finalizar el testimonio, las personas presentes tuvieron la oportunidad de ver al licenciado Gustavo Bonamino interpretando el cuento de Rodolfo Walsh, “Esa Mujer”. Sus diferentes tonos y su actuación nos permitieron entender una parte de la historia. El después de la inmortalidad de Eva, el sentimiento de Perón ante ese suceso que le cambió la vida.
Para terminar la jornada, la actriz Paula Kohn se metió en rol de Evita y actuó fragmentos fundamentales que fueron, en aquel entonces, discursos que Eva dio en los últimos días de su vida, hoy reunidos en el libro “La razón de mi vida”.
Estuvieron presentes la subsecretaria de Relaciones con la Comunidad, Carmen Cassese, quien fue la encargada de entrevistar a la enfermera, y la directora de Relaciones Internacionales de la Legislatura de la Ciudad, Carolina Barone.